Una jirafa en Pekín

Los emperadores chinos eran ávidos coleccionistas de animales exóticos. En sus zoológicos tenían especies asiáticas como elefantes, tigres y camellos, y africanas como cebras y gacelas. En 1414, la colección imperial recibió su criatura más exótica hasta la fecha, cuando llegó a Pekín una jirafa, procedente de África oriental.

Teniendo en cuenta lo difícil que es transportar un animal tan grande a una distancia tan larga, podemos preguntarnos cómo llegó allí. Fue Saifuddin Hamza Shah, el gobernante de Bengala, quien decidió impresionar al emperador haciéndole este regalo que, a su vez, había recibido como tributo del gobernante de Melinda, en la actual Kenia. El animal fue recogido por un barco enviado desde la flota que Zheng He comandaba en el océano Índico, y posteriormente transportado a Pekín.

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Cuando llegó, la jirafa causó el asombro general. Consultando sus enciclopedias, los eruditos confucianos decidieron que debía tratarse de un unicornio, una criatura mitológica de la que tradicionalmente se decía que tenía "el cuerpo de un ciervo, la cola de un buey y las pezuñas de un caballo", y que era de un carácter tan gentil que "sólo comía hierba y nunca hacía daño a un ser vivo".

Cuando se enteraron de que el animal en la lengua somalí era conocido como girin, eso zanjó la cuestión. Para los oídos chinos, girin sonaba muy parecido a qilin, el nombre chino del unicornio. Presentarlo como regalo era una forma de que los funcionarios se congraciaran con la corte. La aparición de un qilin se consideraba una prueba de la virtud del emperador reinante.

Imágen: Jirafa en el Zoo de Lisboa - Por Joseolgon - obra propia, CC BY-SA 3.0

A pesar del entusiasmo causado por la jirafa, todo el comercio y los viajes al extranjero fueron prohibidos por decreto imperial sólo una década después. Nuevos decretos en 1449 y 1452 restringieron aún más el comercio exterior, y cada nueva ley llevaba aparejadas penas cada vez más severas. La prohibición se extendió finalmente a toda la navegación costera, de modo que "no había ni una pulgada de tablas en los mares". Al final, la actitud anticomercial de los eruditos confucianos derrotó la curiosidad empresarial de eunucos como Zheng He. Restringir el comercio internacional era una forma de que los confucianos impusieran su visión del país, pero también era una forma de aumentar su poder a costa de sus oponentes en la corte.


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